Símbolo místico y maravilla natural única en el mundo, el mar Muerto está hoy en gran peligro. Desde la década de 1960, su nivel ha caído aproximadamente un metro por año y hoy ha perdido cerca de un tercio de su superficie. Esto ocasiona graves consecuencias geológicas y ecológicas, que se ilustran, entre otras cosas, con paisajes lunares de sal, barro y dolinas.
La principal causa de este retroceso del mar Muerto es la sobreexplotación del río Jordán. El que alguna vez alimentó abundantemente el mar Muerto, hoy es desviado en más del 90 % por Israel, Jordania, Siria y los territorios palestinos para riego y consumo de agua potable. Privado de este aporte vital, el mar solo puede evaporarse bajo el efecto del clima desértico.
Sobreexplotación e industria minera
A esto se suma la industria minera, en particular la extracción de minerales como el potasio y el magnesio. Instaladas alrededor del mar, grandes empresas utilizan un sistema de evaporación acelerada para recuperar los recursos naturales. Esto provoca una evaporación de aproximadamente 300 millones de metros cúbicos por año y acentúa aún más la disminución del nivel del agua.
“La desviación comenzó en la década de 1960, cuando Israel construyó una represa para conservar el agua para el uso del país. Luego, en las décadas de 1970 y 1980, los sirios construyeron más de 40 represas en el río Yarmouk. Así, toda el agua dulce que debería llegar al mar Muerto está en gran parte contenida. Los israelíes extraen aproximadamente 450 millones de metros cúbicos por año, los sirios, alrededor de 400, y los jordanos, cerca de 300. En total, más de mil millones de m³ de agua dulce faltan cada año debido al consumo de agua de estos tres países”, explica el profesor Nadav Lensky, director del Observatorio del mar Muerto.
El crecimiento demográfico también es un factor: la población ha aumentado y, por lo tanto, las necesidades de agua también.
Entre fascinación y paradoja: los paisajes salinos del mar Muerto
Uno de los grandes paradoxos relacionados con la baja del nivel del agua es que crea algunos de los paisajes más emblemáticos y apreciados por los visitantes. Las formaciones de sal que aparecen ofrecen un espectáculo fascinante.
“Las fotos más hermosas son las del mar Muerto con sal, sin embargo, este fenómeno visual está íntimamente relacionado con un proceso de degradación ambiental. De hecho, cuando el nivel baja, la sal se disuelve. Pronto, no habrá más sal, habrá barro. Esta paradoja alimenta una contradicción profunda en las expectativas y los discursos sobre la preservación del mar Muerto. Si te preocupa que el nivel baje, entonces deberías decir adiós a los paisajes salinos. Aquí hay una especie de conflicto intrínseco entre dos valores que amamos”, explica el profesor.
“La geología de la región es muy interesante. Por ejemplo, cuando el nivel baja, la salinidad aumenta. El mar Muerto se vuelve tan salado que en 1982, comenzamos a observar depósitos de halita (sal gema) en sus aguas”, continúa.
Las dolinas: un fenómeno inquietante
Entre las consecuencias más espectaculares del retroceso del mar Muerto, se nota la aparición de dolinas en las superficies secas. Estas enormes hundimientos de suelo pueden engullir carreteras, edificios o playas enteras. Su formación está relacionada con la disolución de la sal bajo la superficie por los acuíferos de agua dulce, ahora más presentes debido a la disminución del nivel marino. En menos de treinta años, se han registrado más de 7,000 dolinas, transformando algunas áreas en verdaderos campos de cráteres.
Una vez que la sal se disuelve, se forman cavidades. El suelo, volviéndose inestable, se hunde bruscamente. Algunas dolinas alcanzan varios metros de profundidad, lo que conlleva graves riesgos para la infraestructura y los habitantes. Surgen debates sobre cómo estabilizar el nivel del agua. Pero estas discusiones chocan con consideraciones históricas, ambientales y geopolíticas.
Las iniciativas técnicas propuestas, como la adición de agua mediante canalización, conllevan pesadas consecuencias como un riesgo de desequilibrios ecológicos. La inyección masiva de agua, en particular de agua de mar o agua desalinizada, podría modificar la composición química única del mar Muerto, afectando su salinidad y su biodiversidad microbiana. Reacciones químicas incontroladas también pueden provocar la aparición de yesos o algas rojas. En el plano geopolítico, los proyectos que involucran a Jordania también plantean problemas: “Nada puede ser implementado sin la aprobación o supervisión directa de Jordania. Cualquier infraestructura de canalización o cualquier paso de agua, material o información debe pasar por su autoridad. Jordania tiene la iniciativa y el poder de decisión, incluso para elementos que podrían afectar el territorio o los intereses israelíes. Israel se encuentra en una posición de dependencia, sin capacidad de acción autónoma”, afirma Nadav Lensky.
Algunos acusan a los sitios industriales de ser responsables de la baja del nivel. Sin embargo, su impacto es limitado en comparación con las causas estructurales y profundas. “Incluso si cerráramos las fábricas hoy, en lugar de bajar un metro diez por año, el nivel del mar Muerto perdería 85 cm. No es una opción que resuelva los problemas, al contrario, crea nuevos. Lo que queremos es hacer que las playas de sal sean accesibles al público”, declara Nadav.
Proyectos, pero pocas soluciones
Varios proyectos han sido considerados para intentar salvar el mar Muerto. El más ambicioso es el canal Mar Rojo - Mar Muerto, una obra colosal de aproximadamente 200 km que busca desviar agua del mar Rojo para alimentar el mar Muerto, mientras produce electricidad a través de centrales hidroeléctricas. Este proyecto tripartito, apoyado por Jordania, Israel y la Autoridad Palestina, fue firmado en 2013, con el apoyo del Banco Mundial. Sin embargo, plantea preocupaciones ambientales, en particular el riesgo de alterar el equilibrio químico único del mar Muerto. Hoy, Israel se ha retirado del proyecto considerado demasiado costoso y ecológicamente arriesgado, sin mencionar las tensiones políticas surgidas entre los dos países. Jordania continúa sola con planes para construir una planta de desalinización en Aqaba y transportar agua hacia Amán.
A pesar de numerosos proyectos para “salvar el mar Muerto”, ninguna solución parece estar a la altura de la complejidad del problema. Cada opción tiene sus límites, sus costos y sus contradicciones. “Al intentar resolver el retroceso del mar Muerto, surgen nuevas dificultades,” observa Nadav Lensky. “La cuestión es si son más pequeñas o más grandes que el problema inicial”.

Foto de portada: “Las más bellas fotos son las del mar Muerto con sal" © Nadav lensky