España

Las barracas campesinas de Valencia, entre el olvido y el renacimiento

Entre naranjos y canales de riego, aún se alzan las siluetas puntiagudas de las barracas valencianas. Estas modestas casas, popularizadas por Vicente Blasco Ibáñez en sus novelas de finales del siglo XIX, están hoy amenazadas. La urbanización, el abandono político y la pérdida de la memoria colectiva han precipitado su declive. Sin embargo, parece vislumbrarse un resurgimiento de su interés, impulsado por ciudadanos comprometidos y apasionados por la arquitectura.

Construidas de caña y tierra, eran las viviendas más modestas, construidas por y para las familias de agricultores o pescadores con recursos limitados. “A lo largo del siglo XX, a medida que las condiciones de vida de la población mejoraron, simplemente desaparecieron, reemplazadas por casas de ladrillo, llamadas tradicionalmente alquerías de la huerta”, explica el historiador Enric Guinot, profesor en la Universidad de Valencia.

Durante cuatro años, Enric Guinot dirigió la cátedra L’Horta de València, hoy extinta, que tenía como misión inventariar estas construcciones. A pesar de su inclusión en el catálogo del patrimonio local, la protección sigue siendo teórica. Algunas han sido demolidas, otras abandonadas. “La administración ha intervenido en dos de ellas, restaurándolas por fuera sin respetar la arquitectura ni los materiales tradicionales. Y después de esto, no han sabido qué hacer con ellas,” lamenta.

Compromiso local y turismo responsable

Donde las instituciones han fallado, iniciativas privadas han tomado el relevo. El Club Alcatí, entre otros, milita activamente por la valorización de las barracas. La asociación ofrece circuitos turísticos alrededor de estas casas típicas. Comenzaron con la Barraca Fang i Pallús, la primera restaurada y transformada en museo. “Recuperamos este patrimonio porque creemos que es esencial ayudar a todas las asociaciones de pescadores y, sobre todo, al turismo”, explica Carmen Varas, directora del Club Empresarial Alcatí. Luego fue el motor del Club Alcatí, construcción de 1900 equipada con un motor que servía para mover un "tancat", destinado a regular el agua que entra y sale de una zona de arrozales que sigue en funcionamiento, aunque ha cambiado el vapor por electricidad.

Pero es la Barraca del Tío Aranda la de mayor orgullo para la asociación. Construida en el siglo XVIII e inaugurada en 2024 tras una restauración completa. Ahora goza de la misma protección patrimonial que la Lonja de la Seda, antigua bolsa de comercio de Valencia construida en el siglo XV. “Todos los materiales que utilizamos para restaurarla son naturales,” precisa Varas. “La barraca es totalmente sostenible".

Otro ejemplo, en Cullera, la agencia de viajes Viajes Cúspide ofrece un día en una barraca valenciana, una casa privada. “Mis padres la construyeron en 1992 (como una réplica de las construcciones tradicionales) con el único propósito de pasar el día con amigos mientras cocinamos una paella. La gente de aquí la conoce como la Barraca de Alonso”, explica Aurora Alonso, directora de la agencia. “Terminamos este circuito con una comida en nuestra barraca, donde degustamos una auténtica paella valenciana preparada en el lugar para nuestros visitantes”.

La barraca del siglo XXI: un icono revisitado

La reinvención contemporánea de las barracas también pasa por el mundo universitario. En 2019, el Proyecto Azalea, liderado por la Universidad Politécnica de Valencia, ganó el primer premio del Solar Decathlon Europe con una barraca ecológica y modular. “El mayor desafío fue adaptar una vivienda tradicional a una construcción modular”, cuenta Santiago Sánchez, arquitecto y responsable del proyecto.

Diseñada con materiales locales y reciclados como la madera, el corcho o la cerámica, esta barraca de nueva generación fue montada en 14 días. Resultado: una casa autónoma y ahorradora de carbono. “En un periodo de vida de 30 años, estimamos una reducción equivalente a 68 toneladas de CO₂,” explica Sánchez. “Estoy seguro de que esta casa es más que viable. El método de construcción es totalmente sostenible.”

Devolver la vida a estas cabañas y a su historia también es devolver una voz a la memoria de los campos y a una forma de vivir más cercana a la tierra.

Los visitantes disfrutan de una paella en la Barraca de Alonso ©Viajes Cúspide

Foto de portada: Barraca Tío Aranda © Club Alcatí