No todas las regiones del mundo están igualmente afectadas por el cambio climático. Y el Mediterráneo, enclavado y poco profundo, es parte de las zonas más impactadas, como explica el MedECC (Mediterranean Experts on Climate and environmental Change), el equivalente mediterráneo del GIEC. Entre sus fundadores, el investigador emérito Joël Guiot aboga por soluciones globales que incluyan la mitigación de emisiones, la adaptación, pero también la preservación de recursos y biodiversidad. Sin eludir los desafíos sociales y económicos.
El mundo se está calentando. Y el Mediterráneo aún más. « La cuenca mediterránea es una de las regiones más sensibles al cambio climático », insiste así el MedECC, equivalente mediterráneo del GIEC, en sus comunicaciones dirigidas a los decisores y a los ciudadanos. En comparación con 1850, época de la revolución industrial, la temperatura media en esta región del mundo ha aumentado en 1,54°C, es decir, 0,4°C más que en el conjunto del planeta. Y si no se hace nada, hay que esperar una amplificación del fenómeno con un aumento de hasta 5,6°C en las temperaturas en las tierras en comparación con finales del siglo XX, con « temperaturas estivales tropicales casi permanentes ».
La causa: el enclavamiento del Mediterráneo y su menor profundidad son tales que el agua se calienta más rápido que la de los océanos. De modo que ya no es raro que la Gran Azul roce los 30°C, generando importantes daños en la biodiversidad marina y en la capacidad del mar para absorber CO2. Este aumento de las temperaturas marinas también se traduce en una temperatura más alta en tierra, de ahí estos episodios de olas de calor y sequías cada vez más intensas y frecuentes. Con un acceso al agua gravemente afectado en algunos lugares.
Al mismo tiempo, los fenómenos meteorológicos extremos se multiplican, con inundaciones virulentas. Estas son favorecidas por la artificialización masiva de los suelos en regiones costeras altamente urbanizadas: el agua corre en lugar de infiltrarse en el suelo.
A esto se suman, señala el informe del MedECC, diversas contaminaciones (agua, aire), así como el auge de especies invasivas. Pero también la sobreexplotación de recursos, como los bosques o los peces, de los cuales el 20% de las especies deberían haber desaparecido para 2050.
Las soluciones complejas son las mejores
Frente a estas dificultades simultáneas que se refuerzan mutuamente, las soluciones implementadas tienden a resolver solo un problema a la vez, lamenta Joël Guiot, paleoclimatólogo (CEREGE, CNRS) y cofundador del MedECC. « Y cuando solo se quiere resolver un problema a la vez, a menudo se genera otro. Por ejemplo, si solo se apuesta por el riego frente a una sequía, el aporte de agua puede llevar a la salinización de los suelos », generando además conflictos de uso en torno a este recurso.
De ahí el interés, asegura, de soluciones más complejas que aborden conjuntamente varias problemáticas. « Las soluciones que sirven para adaptarse al cambio climático mientras se mitigan nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y se preserva la biodiversidad son soluciones óptimas ». También se habla de « soluciones integradas ». Y la agroecología es un buen ejemplo, ya que permite almacenar carbono en el suelo gracias al uso de estiércol en lugar de fertilizantes químicos, preservar