Al sur y al norte del Mediterráneo, la inteligencia artificial sale de los laboratorios para irrigar los campos, las cocinas y las aulas. En un contexto de tensiones climáticas, económicas y sociales, proyectos israelíes, chipriotas e italianos la convierten en una herramienta concreta de resiliencia. Pero esta revolución silenciosa también plantea una pregunta: ¿a quién beneficiará realmente?
Este artículo es un resumen de 3 artículos, publicados en 22-med, dedicados al auge de la inteligencia artificial en nuestra vida cotidiana, que se pueden encontrar en los 11 idiomas utilizados en el sitio.
Un software de vanguardia para asegurar la seguridad alimentaria mundial : Caroline Haïat - Israel
¿Puede AInsteinJunior cambiar el sistema educativo mundial?: Andri Kounnou - Chipre
¿Puede la inteligencia artificial reducir el desperdicio de alimentos?: Jessica Perra - Italia
Sin estruendo ni lemas, la IA se instala en las prácticas cotidianas. Allí donde se juegan los equilibrios del mañana: alimentar a poblaciones crecientes, preparar a las nuevas generaciones, limitar el desperdicio. Estas experiencias, llevadas a cabo en ambas orillas del Mediterráneo, recuerdan que la tecnología es menos un fin que un medio — y que su despliegue depende tanto de elecciones políticas como de líneas de código. En un espacio donde las tensiones geopolíticas cruzan las urgencias ecológicas, la IA podría convertirse en un instrumento estratégico tanto como en una herramienta de campo.
Alimentar el planeta de otra manera
En Israel, la start-up Croptimize enfrenta un desafío vital: mantener la seguridad alimentaria en un mundo inestable. Fruto de veinticinco años de investigación en la Universidad Hebrea, su software combina modelización agronómica y algoritmos geoespaciales para prever, a diez años, qué cultivos implantar y dónde.

« Debido al cambio climático, toda la cadena de producción alimentaria se ve afectada y sufre constantemente perturbaciones », explica Pamela Jramoy, cofundadora. « Gracias a este software, ahora somos capaces de planificar durante diez años respuestas que tengan en cuenta el cambio climático. »
En la región, donde la disponibilidad de agua, la salinidad de los suelos y los ciclos de sequía dictan a menudo los rendimientos, anticipar se convierte en un acto de supervivencia. Croptimize promete optimizar las tierras, pero también identificar nuevas zonas cultivables, incluso en regiones que hasta ahora se consideraban marginales.
Ya utilizado por grandes grupos agroalimentarios, bancos y aseguradoras, la herramienta podría, según sus creadores, reducir la inestabilidad política relacionada con la inseguridad alimentaria. Pero su difusión a gran escala dependerá de la capacidad de democratizar su acceso. En un contexto donde muchos productores mediterráneos trabajan en pequeñas parcelas familiares, el riesgo es que estas innovaciones beneficien primero a los actores mejor capitalizados.
La escuela reinventada por los robots
En Larnaca, Chipre, un profesor ha transformado su clase en un taller de experimentación. AInstein Junior, el primer chatbot educativo interactivo diseñado con los alumnos, aprende intercambiando en varios idiomas, adapta sus lecciones y estimula la creatividad gracias al enfoque STEAM (ciencias, tecnología, ingeniería, artes, matemáticas).
El proyecto se ha expandido a doce escuelas europeas, cada una creando su propio robot, integrando elementos culturales y pedagógicos propios de su comunidad. En Milán, por ejemplo, los alumnos han diseñado un robot que cuenta la historia de su ciudad; en Mallorca, ha sido programado para sensibilizar sobre la conservación de los recursos marinos.
« La única verdadera amenaza radica en el hecho de que todos los países no tienen los mismos reflejos », advierte el Dr. Savvas Chatzichristofis. Para él, la IA puede ser « la mayor reforma positiva de la educación » si se asegura de formar a los docentes y garantizar un acceso equitativo.
Alrededor de la cuenca mediterránea, las disparidades entre sistemas educativos son marcadas. Si estas iniciativas muestran que es posible integrar la IA como palanca de cooperación intercultural, también recuerdan que la brecha digital no es solo una cuestión de infraestructura: también es cultural y política.
Menos desperdicio, más impacto
En Italia, la IA se invita a la cocina para luchar contra un flagelo invisible: el desperdicio de alimentos, que ha aumentado un 8 % en un año. En un país donde la gastronomía es un marcador identitario, tirar comida sigue siendo una realidad silenciosa pero masiva. La empresa británica Winnow Solutions ha diseñado un sistema que combina una balanza conectada, una cámara y algoritmos capaces de identificar cada alimento desechado y proporcionar informes precisos a los chefs.
« Proporcionamos informes diarios y semanales a los equipos, para que puedan ajustar sus compras y porciones », precisa Jess Tausig, directora EMEA.
Adoptado desde 2021 en Milán por Elior Group, el dispositivo ha reducido un 85 % los desechos en nueve meses. Costa Cruceros, IKEA o el Four Seasons también lo han integrado. Sin embargo, en la región mediterránea, donde la restauración a menudo se basa en empresas familiares, el costo inicial sigue siendo un obstáculo.
En el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, esta tecnología podría desempeñar un papel clave para reducir a la mitad el desperdicio para 2030. Más allá del ahorro de materias primas, permitiría limitar las emisiones de CO₂ relacionadas con la producción perdida, un tema cada vez más estratégico en las negociaciones climáticas.
Una brújula para el Mediterráneo
Estas tres iniciativas demuestran que la IA puede ser más que una moda: un instrumento de anticipación, educación y sobriedad. También revelan las condiciones necesarias para su éxito: formación, financiamiento, marco regulatorio y voluntad política. El Mediterráneo podría convertirse en un laboratorio de soluciones, aún más eficaz si adoptara un enfoque colectivo: mutualizar recursos, crear plataformas de datos compartidos e integrar la IA en estrategias regionales que tengan en cuenta las realidades locales.
Sin esto, la IA corre el riesgo de reproducir, e incluso acentuar, las desigualdades. La elección es, por lo tanto, clara: convertirla en un motor de innovación compartido o permitir que se instale una brecha digital que prive a algunas orillas de los beneficios de esta revolución silenciosa.

Foto de portada: El profesor Anastasiou frente a los chatbots antes de su envío a las escuelas @Elpidoforos Anastasiou