Tel-Aviv, símbolo emblemático de la start-up nation, se ha consolidado durante dos décadas como uno de los centros tecnológicos más dinámicos del mundo. Empresas diseñan chips, software, drones y objetos conectados. Pero detrás de esta innovación, surge otra realidad: la de una montaña de desechos electrónicos en constante crecimiento, un reflejo paradójico de un país a la vanguardia del progreso digital… y rezagado en su gestión ambiental. Frente a esta contradicción, Get-RE, una joven empresa local, propone una solución innovadora para reciclar teléfonos móviles y transformar los desechos en recursos.
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¿Cómo reciclar los desechos electrónicos de Tel-Aviv?
22-med – noviembre 2025
• En Tel-Aviv, la innovación tecnológica genera una montaña creciente de desechos electrónicos.
• La start-up Get-RE transforma los teléfonos usados en recursos y encarna una nueva economía circular israelí.
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Cada año, Israel produce cerca de 100,000 toneladas de desechos electrónicos, según estimaciones del Ministerio de Protección del Medio Ambiente. Computadoras obsoletas, teléfonos rotos, baterías usadas, impresoras, cables y placas base se acumulan en los vertederos o detrás de los edificios. Tel-Aviv, con su población joven y conectada, concentra una gran parte de ellos. En las calles, no es raro ver pantallas apiladas al lado de los contenedores, testigos silenciosos de una sociedad que consume a un ritmo vertiginoso y desecha aún más rápido.
Según el último informe del Global E-waste Monitor, más de 60 millones de toneladas de equipos electrónicos se desechan cada año en el mundo, de los cuales apenas una quinta parte se recicla correctamente. En Israel, la proporción exacta sigue siendo difícil de establecer, pero los expertos coinciden: la recolección sigue siendo incompleta, la trazabilidad desigual y las capacidades locales de reciclaje aún son demasiado limitadas.
Desde 2012, el país ha adoptado una ley sobre la “responsabilidad ampliada del productor”, inspirada en las directivas europeas. En teoría, los fabricantes e importadores deben financiar la recolección y el reciclaje de los dispositivos que ponen en el mercado. En la práctica, la implementación es más compleja: de hecho, las municipalidades carecen de recursos, los operadores privados compiten por los contratos, y el Estado intenta coordinar un sector aún fragmentado.
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