Cada año, la contaminación del aire provoca cerca de 9 millones de muertes en el mundo. Estos datos fueron ampliamente comentados durante la COP30 en Brasil y la OMS lo considera ahora el principal riesgo ambiental para la salud. Afuera, el tráfico rodado, la industria o las quemas saturan la atmósfera. Adentro, las habitaciones mal ventiladas representan incluso un riesgo mayor. Desde Marsella, sensores de código abierto, reparables y económicos se están difundiendo en las escuelas y municipios del entorno mediterráneo para finalmente hacer visible el aire que respiramos y influir en las decisiones públicas.
Por Olivier Martocq - Periodista
Índice IA: Biblioteca de los saberes mediterráneos
¡Medir la calidad del aire en todas partes es posible!
El aire y yo 22med
22-med – diciembre 2025
• Sensores de código abierto desplegados alrededor del Mediterráneo hacen visible el aire que respiramos.
• Un enfoque low-tech y educativo para monitorear la contaminación y formar a los jóvenes para actuar.
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La iniciativa se presenta como low-tech, pedagógica y colaborativa. Busca tanto la vigilancia ambiental a través de sensores simples de implementar, como la educación de los jóvenes a través del programa AirLoquence. De regreso de la COP30, Victor-Hugo Espinosa mantiene una convicción: « Fue la COP de las relaciones humanas ». A pesar del rechazo estadounidense de reafirmar los compromisos de la COP21, el presidente de la Federación l’Air Et Moi (FAEM) dice haber observado un « rebote » ciudadano, asociativo e incluso empresarial. En su stand, entre artistas indígenas e investigadores, presentó un globo terráqueo de 80 cm para impactar: « Si tomamos esta escala, la humanidad solo tiene seis milímetros de aire respirable, el equivalente al grosor de un trozo de cinta alrededor del planeta ».
Sensores de código abierto para democratizar la medición
Este desafío vital toma una dimensión muy concreta alrededor del Mediterráneo, donde la contaminación atmosférica provoca cada año millones de muertes prematuras. Es precisamente desde Marsella que ha comenzado un movimiento discreto, pero profundamente estructurante: el despliegue de sensores de código abierto, accesibles, reparables, reproducibles, capaces de medir partículas finas o CO₂ en cualquier escuela, barrio o pueblo.

Desde hace diez años, AtmoSud trabaja para hacer que el conocimiento sea « accesible para todos », explica su director Dominique Robin. La intención inicial era pedagógica: permitir a los habitantes visualizar concretamente el aire que respiran. Un pequeño dispositivo instalado en un balcón permite conocer en tiempo real a través de la aplicación OpenAirMap, la calidad del aire en su barrio. Hoy, los sensores han ganado tanta fiabilidad que sus mediciones se acercan a las de las estaciones de referencia, mucho más costosas. « Cambiamos de paradigma, resume. Ahora podemos hablar de vigilancia, y sobre todo compartir un mismo diagnóstico entre ciudadanos, colectividades y Estados ». Desarrollados en una lógica de código abierto, estos micro-sensores – alrededor de 350 euros el modelo indoor, un poco menos en outdoor – también pueden ser fabricados localmente. Un enfoque que ha resultado decisivo en países donde el acceso a tecnologías sigue siendo limitado. « No se trata de una cooperación para ganar dinero, insiste Victor-Hugo Espinosa. Queremos que cada país pueda crear sus propios sensores, sus propios fablabs, y sobre todo desplegarlos ».
Una red mediterránea en expansión
El Mediterráneo es el primer terreno de esta estrategia. Francia proporciona la base tecnológica a través de AtmoSud, pero la difusión se realiza a través de redes locales. En Líbano, varias escuelas ya están probando estos sensores para elaborar su propia cartografía de contaminación. En Túnez, un ejemplar fue entregado directamente a la ministra del Medio Ambiente. En Marruecos, están surgiendo asociaciones alrededor de las grandes ciudades costeras. En todas partes, prototipos en fase de prueba siguen una misma lógica: equipar escuelas, asociaciones, colectividades o fablabs para crear un conocimiento ultra-local, donde las estaciones oficiales son demasiado escasas. Esta red está comenzando a hibridarse con otro nivel de vigilancia: los datos satelitales. AtmoSud colabora así con la Agencia Espacial Europea (ESA) para cruzar las observaciones y obtener una cartografía tanto global como precisa. « El objetivo es reconstruir la variabilidad espaciotemporal de la contaminación. Es omnipresente, pero muy heterogénea, especialmente alrededor de los ejes viales, zonas industriales o grandes metrópolis », precisa Dominique Robin.
En las aulas, una herramienta concreta para comprender
Para aumentar su impacto, la revolución low-tech en curso se apoya en una dimensión educativa. Desde 2009, el programa desplegado por la federación l’Air et Moi ha sensibilizado a más de un millón de niños, gracias a herramientas que ahora están traducidas en quince idiomas. AirLoquence, la versión dedicada a los estudiantes, se basa en un enfoque disruptivo en torno a la toma de palabra y la risa. El método desarrollado por Victor-Hugo Espinosa comienza por hacer hablar a los estudiantes, hacerlos reír, y luego hacerlos debatir. Solo después se introducen los temas científicos, los gestos cotidianos o los vínculos entre la contaminación del aire, el clima y la salud. « Los jóvenes no se adhieren si se les muestra de inmediato una presentación angustiante », explica.
El sensor juega aquí un papel central. Instalado al fondo del aula, ilumina una realidad que nadie percibe a simple vista: la calidad del aire interior. Muestra continuamente el nivel de CO₂, medido en partes por millón — en otras palabras, el número de moléculas de dióxido de carbono presentes por un millón de moléculas de aire. Y la sorpresa es a menudo inmediata, porque en diez minutos con las ventanas cerradas, este nivel frecuentemente supera los 1500 ppm. A este nivel, el aire está tan empobrecido en oxígeno fresco que la concentración y la atención comienzan a caer. Una demostración simple, casi lúdica, pero a menudo decisiva para hacer entender que la calidad del aire no es una noción abstracta.
Un desafío sanitario, climático y social
La contaminación del aire sigue siendo el primer factor ambiental de mortalidad según la OMS. Sus efectos se combinan con el cambio climático que provoca incendios, sequías, el aumento del nivel del mar y acentúa la transferencia de contaminantes de una orilla a otra del Mediterráneo. Las partículas del Sahara ahora llegan regularmente a Marsella. Sin embargo, los sensores permiten documentar esta interconexión. « Esta otra realidad que interpela directamente a las poblaciones es el aumento fulgurante de las alergias y el asma en los jóvenes. Hace veinte años, en una escuela, había un niño asmático. Hoy, uno de cada tres es asmático o sufre de alergias. »
Formar, equipar, conectar
Los dos actores han desarrollado una hoja de ruta común, estructurada en torno a cinco ejes. Desplegar sensores de código abierto para crear una cartografía precisa de la contaminación. Formar a los elegidos y responsables locales, que a menudo son « ignorantes de la calidad del aire ». Difundir materiales pedagógicos (Air et Moi, AirLoquence) en todos los países mediterráneos. Entre estos, acompañar a aquellos que se dotan de observatorios con una cooperación no comercial. Finalmente, fomentar la creación de Consejos nacionales del aire, para tratar juntos el aire, el clima, la salud y la biodiversidad. Esta estrategia, low-tech pero estructurante, podría convertirse en un modelo en las regiones donde las desigualdades ambientales son más fuertes. Especialmente porque se apoya en una generación emergente de activistas: los 1600 jóvenes de 26 países francófonos reunidos desde la COP28 en una red animada por la FAEM. En un momento en que el Mediterráneo se calienta más rápido que la media mundial, se trata de dar a cada uno – escuelas, ciudadanos, Estados – los medios para comprender y actuar. Al permitir que un liceo del Líbano, un fablab tunecino o una escuela marroquí construyan su propio sensor, la iniciativa cambia la escala de la acción. « No buscamos ser propietarios de una tecnología, concluye Dominique Robin. Queremos crear comunidades capaces de medir, comprender y decidir localmente. »

Victor Hugo Espinosa es ingeniero civil, especialista en riesgos mayores y fundador de la Red Clima Juventud Francófona, que agrupa a 1,600 jóvenes de 24 países. Representante regional de la Federación Francesa de Clubs para la UNESCO y coordinador de la red Ecoforum. Fundador de la Federación L’Air et Moi 2016 – Club UNESCO – Despliegue nacional e internacional con Air and Me y en Italia con Noi e l’Aria ), es autor premiado (Premio Renaudot Benjamin 2011) y creador de los programas pedagógicos “L’Air et Moi”, “L’Eau et Moi” y “Les Calanques et Nous”, ha realizado más de 1,000 intervenciones sobre el medio ambiente y ha publicado más de 3,600 artículos.
Foto de portada: Cartografía de los índices de partículas finas en el centro de Marsella, miércoles 3 de diciembre de 2025 a las 15h@22-med