Frente a la crisis energética y al cambio climático, Líbano redescubre el valor de su arquitectura tradicional. La arquitectura bioclimática, que se inspira en los saberes ancestrales mientras integra la ciencia moderna, abre el camino a viviendas sostenibles, económicas y adaptadas al clima local. En un país donde los cortes de electricidad marcan la rutina diaria, repensar el hábitat se convierte en un gesto ecológico tanto como en un acto de independencia.
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Arquitectura bioclimática: entre herencia e innovación energética
22-med – octubre 2025
• En Líbano, la crisis energética revive el interés por los saberes antiguos y la arquitectura bioclimática.
• La Lifehaus de Nizar Haddad en Baskinta demuestra que unir tradición y ciencia puede construir un futuro sostenible.
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Mucho antes de la era de los aires acondicionados y del hormigón armado, los constructores libaneses diseñaban sus casas para resistir los contrastes térmicos del país. Los muros gruesos de piedra conservaban la frescura en verano y el calor en invierno, mientras que los arcos y altas ventanas favorecían una ventilación natural. Estas técnicas intuitivas constituyen hoy la base de lo que se llama arquitectura bioclimática: un modo de diseño que utiliza las condiciones climáticas para reducir las necesidades de energía.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el sector de la construcción representa aproximadamente el 40 % del consumo energético mundial. En Líbano, donde la electricidad pública es deficiente y donde los generadores privados son costosos y contaminantes, un diseño más eficiente de las viviendas se convierte en un factor esencial para la autonomía energética y la reducción de las emisiones de CO₂.
La Lifehaus: un laboratorio vivo en Baskinta
En el pueblo de Baskinta, el arquitecto Nizar Haddad ha concretado esta visión con la Lifehaus, una casa ecológica de 160 m² que combina tradición y ciencia. Inspirada tanto en los hábitats antiguos como en los principios de la ingeniería moderna, esta vivienda busca ser autosuficiente y de bajo costo.

© Nizar Haddad
Construida a partir de materiales duraderos y locales – piedra, tierra cruda, lana de oveja, cañas y no menos de 1,200 neumáticos reciclados – cuenta con un aislamiento natural y una solidez sísmica notable. Su diseño bioclimático optimiza la luz solar y la ventilación, mientras que una red de tubos subterráneos asegura una regulación térmica ingeniosa: el aire se calienta en invierno y se enfría en verano, reduciendo drásticamente la necesidad de aire acondicionado.
El agua, por su parte, se recupera y filtra gracias a estanques de cañas antes de ser utilizada para el riego. En cuanto a energía, nueve paneles solares son suficientes para alimentar toda la casa, dado que su consumo se mantiene bajo. Los desechos orgánicos, a su vez, se compostan y se utilizan en el invernadero adyacente, cerrando así el ciclo.
Finalmente, algunos hallazgos arquitectónicos refuerzan aún más esta autonomía, como los muros incrustados con botellas de vidrio recicladas que difunden una suave luz natural en las habitaciones sin ventanas, reduciendo aún más el consumo eléctrico.
Una crítica a la arquitectura moderna
Para Nizar Haddad, este proyecto también es una respuesta al impacto negativo de la arquitectura contemporánea. “La extracción, fabricación y mantenimiento de los materiales modernos generan una enorme huella de carbono, sin mencionar los desechos de construcción”, explica. En cambio, su proyecto demuestra que los materiales locales, a veces considerados arcaicos, pueden superar en eficiencia y durabilidad a ciertas soluciones modernas.
Un enfoque colectivo y transmisible
La Lifehaus no es solo una casa, sino un laboratorio colaborativo. Artesanos y constructores de la región han contribuido al proyecto, aportando saberes tradicionales que a menudo están amenazados de olvido. “Nuestro cantero conocía la técnica de los ladrillos de tierra cruda, transmitida oralmente desde generaciones. Gracias a él, pudimos fabricar 800 al día”, cuenta Haddad.
Hacia un modelo reproducible
Si la Lifehaus se encuentra en el corazón de la montaña libanesa, sus principios pueden adaptarse a las zonas urbanas. La arquitectura bioclimática no es una utopía rural, sino una solución concreta para las ciudades libanesas, donde la demanda de viviendas sigue creciendo.
Al reconciliar ciencia, tradición y sostenibilidad, iniciativas como la Lifehaus demuestran que la arquitectura libanesa puede no solo responder a los desafíos energéticos actuales, sino también inspirar un modelo exportable. Una prueba de que a veces, el futuro de la construcción se encuentra en los métodos del pasado, revisitados por la rigurosidad científica.

Foto de portada: Construida a partir de materiales duraderos y locales, la Lifehaus combina aislamiento natural y solidez sísmica © Nizar Haddad