El cambio climático está alterando el ciclo del agua y agravando la escasez de agua dulce. Frente a esta crisis planetaria, el ecólogo Karl Matthias Wantzen aboga, en una serie de artículos publicados por 22-med, por una “cultura del río”. En ellos, defiende una refundación política y ética basada en la responsabilidad compartida, la inspiración de las culturas antiguas y la cooperación entre territorios del Sur y del Norte.
Este artículo es un resumen de 3 entrevistas entre científicos publicadas en 22-med en mayo de 2024. Un diálogo entre Bernard Mossé, responsable científico de Neede Méditerranée, y Karl Matthias Wantzen, profesor en la facultad de Estrasburgo a cargo de la cátedra UNESCO “Ríos y Patrimonio”, también dirige una cátedra interdisciplinaria “Agua y Sostenibilidad” para la asociación universitaria trinacional “EUCOR- The European Campus”. Estas entrevistas se pueden encontrar AQUÍ en los 11 idiomas utilizados en el sitio web.
El agua, como el petróleo en su día, se convierte en una fuente de tensiones crecientes entre usos agrícolas, urbanos e industriales. El calentamiento climático acentúa la presión: precipitaciones irregulares, ríos secos, acuíferos sobreexplotados, sequías extremas e inundaciones brutales dibujan una nueva geografía de las escaseces. “Nos enfrentamos a un círculo vicioso: cuanto más escaso se vuelve el recurso, más codiciosos somos”, constata Karl Matthias Wantzen.
Un recurso vital cada vez más disputado
El hidrosistema planetario está profundamente alterado por siglos de políticas de ordenación que han roto los equilibrios. “Solo un tercio de los grandes ríos pueden aún fluir libremente”, recuerda el ecólogo. La impermeabilización de los suelos, la destrucción de las zonas húmedas, la deforestación masiva de las cabeceras de cuenca o la fragmentación de los cursos de agua por las represas han roto los ciclos naturales. “Hemos superado un umbral. La catástrofe, a veces, supera una vida humana: los daños se vuelven irreversibles a escala de varias generaciones.” Para responder a las tensiones crecientes, Karl Matthias Wantzen propone “poner el río en el centro del territorio”. Es el corazón de su concepto de “cultura del río”: organizar la gestión del agua no según divisiones políticas, sino según las cuencas hidrográficas, transformadas en “hidrotopías”, esos “cuencas de responsabilidad” donde los intereses de los habitantes están estructuralmente ligados.
“Los ríos atraviesan varios territorios, sin embargo, los humanos dibujan fronteras que fragmentan su gestión. Es un error histórico”, explica. Para él, solo una gobernanza compartida, negociada, entre todos los actores de una cuenca, puede garantizar la sostenibilidad del recurso. Al igual que la cooperación transfronteriza en torno al Rin, iniciada tras una contaminación química en 1986, estas alianzas pueden surgir —a menudo después de tragedias. “Muchas veces, la catástrofe es el desencadenante de una comunidad de destino.”
El Norte debe aprender del Sur
Otra transformación en curso: la “mediterraneización” de Europa del Norte. Sequías, incendios, lluvias torrenciales y ríos secos ya no son exclusividad de los países del Sur. “Los eventos singulares se están volviendo regulares. La normalidad está cambiando.” Para Wantzen, los territorios del Norte deben inspirarse en las prácticas de sobriedad desarrolladas en las regiones mediterráneas: uso razonado, revalorización de las zonas húmedas, abandono de cultivos inadecuados, etc.
“No cultivar fresas en invierno en Marruecos para los mercados europeos, también es una cuestión de decencia ecológica.” Denuncia un consumo “hidrovoro” donde el agua se exporta a través de los productos agrícolas, mientras la sequía se instala. “Es absurdo: poco a poco estamos vendiendo nuestro futuro.”
Una ética para recuperar la confianza
Pero más allá de las soluciones técnicas o institucionales, Wantzen llama a una “nueva (antigua) ética”. Se trata de considerar la naturaleza como un socio y no como un stock de recursos. “Debemos integrar el futuro en nuestras decisiones presentes, ampliar nuestra compasión a los seres vivos y a los ecosistemas.”
Sin caer en el espiritualismo, propone cruzar saberes científicos y sabidurías tradicionales. “Escuchar el canto de los pescadores del río Senegal es entender a largo plazo la hidrología del río.” Aboga por dispositivos participativos, los living labs, donde científicos, ciudadanos y tomadores de decisiones experimentan juntos soluciones reproducibles. “Hemos desperdiciado mucho tiempo repitiendo los mismos errores. Es necesario transmitir y cooperar.”
“Hay que cambiar ahora”
Frente a la urgencia, Karl Matthias Wantzen es categórico: “No podemos limitarnos a decir que hay que educar mejor a los jóvenes para que lo hagan mejor. Es hoy cuando hay que actuar.” La crisis ecológica impone un cambio radical en las prácticas, prioridades y en la mirada hacia el agua. Y este cambio solo podrá ocurrir movilizando todas las escalas: desde el río local hasta la cooperación Norte-Sur, del ciudadano al científico, del gesto individual a la ordenación de los territorios.

Foto de Portada: no cultivar fresas en invierno en Marruecos también es una cuestión de decencia ecológica © Nur - Pexel