En los pliegues discretos del Mediterráneo, investigadores, habitantes y simples curiosos se organizan. Objetivo: preservar lo que aún puede salvarse de un mar que se asfixia. Durante mucho tiempo relegada a un segundo plano en las políticas medioambientales, la biodiversidad marina en el Mediterráneo suscita hoy un renovado interés. Una foca en Grecia, una planta submarina en Córcega, tiburones tunecinos o cámaras en el fondo de los abismos: en todas partes se lee una misma urgencia — no perder más tiempo.
Este artículo, sobre la fauna marina, es un resumen de 4 artículos publicados en 22-med, que se pueden encontrar en los 11 idiomas utilizados en el sitio.
El Parque Nacional Marino de Alonissos, valioso aliado de la foca del Mediterráneo: por Kelly Fanarioti
Voluntarios para identificar las especies submarinas: por Agathe Perrier
Replantar la posidonia para preservarla: por Maëva Danton
El tiburón, indispensable para el ecosistema marino: por Lilia Blaise
El Mediterráneo no es solo un mar cerrado. Es un mar atrapado. Por los flujos turísticos, las contaminaciones invisibles, los arrastreros que labran los fondos, los barcos que raspan las praderas marinas, las campañas de pesca que vacían las redes. También es un mar que resiste. No por milagro. Por trabajo. Por ciencia. Por obstinación.
Aquí, son pescadores que adaptan sus prácticas. Allí, científicos que plantan semillas con la esperanza de un prado marino. Y en otros lugares, anónimos que pasan sus noches examinando imágenes de las profundidades en sus pantallas. Nada heroico. Pero todo es vital.
Una foca y una isla
Queda solo un puñado de focas monje en el Mediterráneo, lo que las convierte en uno de los mamíferos marinos más amenazados de Europa. Apenas sesenta individuos en el parque marino de Alonissos, al norte del mar Egeo. No es suficiente para hablar de un regreso, pero sí suficiente para tener esperanza. Esta zona protegida, la más extensa del Mediterráneo tanto terrestre como marina, ha sido pensada para ellas. Para sus cuevas. Para su tranquilidad.
Desde la creación del parque en 1992, la pesca está limitada y las redes deben ser adaptadas. El islote de Piperi, donde las focas paren, está prohibido de acceso excepto para investigadores. Resultado: una decena de nacimientos cada año. Una cifra modesta, pero estable.
Y lo que protege a las focas también beneficia a los hombres. El director del parque, Ioannis Mitsopoulos, habla de renovación local: “Antes, los jóvenes se iban. Hoy, algunos se convierten en guías marinos. Barcos de pesca se han convertido en turismo. La isla vive de otra manera.” La foca, al reinstalarse, ha reabierto el horizonte.
Examinar las profundidades desde el sofá
A 1700 metros de profundidad, está oscuro, hace frío, y sin embargo la vida circula allí. Crustáceos, peces, bacterias, corales. Pero, ¿quién los observa? Desde 2023, un poco todo el mundo gracias a la plataforma Espías de los Océanos. Imaginado por el IFREMER, este programa de ciencia participativa invita a los ciudadanos a examinar, imagen tras imagen, la vida en los fondos marinos para identificar las especies que allí habitan.
La idea nació de una carencia: demasiados datos, no suficiente personal para procesarlos. Cámaras sumergidas, horas de videos, miles de imágenes. Entonces se abre el ojo, se hace clic, se identifica. Cada imagen es revisada por varios usuarios para cruzar las observaciones.
Resultado: 23,000 imágenes anotadas. 4,200 voluntarios. Algoritmos entrenados para reconocer las especies. Y, de paso, una sensibilización suave: “Mostramos al público zonas donde nunca irá. Pero que, sin embargo, hay que defender”, explica Catherine Borremans, coordinadora del proyecto. Ver, ya es un poco proteger.
Replantar sin dañar
Bajo el agua, algunas plantas parecen bosques. La posidonia, por ejemplo. Una hierba marina que fija el carbono, frena la erosión de las playas, produce arena y alberga toda una fauna. Pero se está desvaneciendo, víctima del anclaje de los barcos, del hormigón, de los arrastreros y del calentamiento.
En 2023, aprovechando una floración excepcional, el GIS Posidonia decide actuar. En lugar de dejar que las semillas se depositen en las playas, el equipo las recoge y las replanta en la rada de Marsella y en Bonifacio. A mano, suavemente, sin maquinaria. Un gesto frágil, pero con gran potencial.
“No es como los proyectos de esquejado que pueden destruir más de lo que reparan”, insiste Charles-François Boudouresque, biólogo marino. Si funciona, mejor. Si no, ningún daño. En Córcega, el seguimiento está en curso. En Marsella, algunas semillas ya han germinado. Pero para reconstruir un prado marino, habrá que esperar cien años.
El tiburón, ese incomprendido
Lo filmamos, lo rastreamos, lo vendemos. En Túnez, el tiburón da miedo. Y lo paga caro: en los últimos 50 años, el 80 % de los tiburones del Mediterráneo han desaparecido. Su presencia genera revuelo en las redes, entre miedo, burla y desconocimiento. Sin embargo, es esencial. Basurero natural, regulador de especies, indicador de buena salud de las aguas. Es sobre todo vulnerable.
La causa, la sobrepesca, las capturas accidentales o la destrucción del hábitat. Túnez, a pesar de ser firmante de la Convención de Barcelona, tiene dificultades para hacer cumplir las prohibiciones. Resultado: aún encontramos tiburón en los mercados.
ONGs alertan, especialmente en el Golfo de Gabés, zona de reproducción comprobada. Mayssa Sandli, periodista comprometida, lucha por cambiar la imagen del animal. Ella cuenta: “Publicamos un artículo ficticio escrito por un tiburón, ‘Salem’. Habla de su vida, de lo que sufre. Más de 300,000 likes. Tocamos algo.”
Pero la emoción no es suficiente. El WWF lanzó en 2024 un plan de acción nacional para los peces cartilaginosos. ¿Demasiado tarde? Quizás. Pero sin un marco legal reforzado, el tiburón ya no tendrá más historia que contar.
Preservar hoy para no tener que reconstruir mañana
Desde las islas griegas hasta la costa tunecina, pasando por los fondos marinos franceses, el Mediterráneo parece estar inmerso en una carrera de fondo. No se trata solo de reparar los daños ya causados, sino sobre todo de evitar cometer nuevos. En un momento en que la crisis climática hace que cada gesto sea crucial, estas iniciativas locales dibujan otra relación con el mar: menos depredador, más atento, a menudo participativo.
Pero todas coinciden en una misma idea: preservar es mejor que restaurar. Y para ello, a veces hay que saber no hacer nada – o solo mirar, entender, transmitir.

Foto de portada: en 50 años, el 80 % de los tiburones del Mediterráneo han desaparecido © xiSerge-de-Pixabay
Indexación: Biblioteca de saberes mediterráneos
Biodiversidad y recuperación ecológica
Lilia Blaise – Agathe Perrier – Kelly Fanarioti – Maëva Danton
22-med
23 de julio de 2025
• En Alonissos, la foca monje recupera terreno en un parque marino que se ha convertido en un modelo de convivencia entre naturaleza y habitantes.
• En el Mediterráneo, los ciudadanos se convierten en “espías de los océanos” al anotar imágenes submarinas para cartografiar la vida.
• En Marsella y Bonifacio, se replantan semillas de posidonia en el mar para intentar restaurar un prado marino desaparecido.
• En Túnez, biólogos y activistas luchan por la protección de los tiburones, esenciales para el equilibrio de los ecosistemas marinos.
• Cuatro iniciativas para frenar la erosión de la vida en un mar bajo alta presión ecológica.
Alonissos (Grecia), Brest/Marsella/Bonifacio (Francia), Gabés (Túnez)
Ioannis Mitsopoulos, Catherine Borremans, Charles-François Boudouresque, Mayssa Sandli
#biodiversidad, #mediterráneo, #fauna, #investigación, #ecosistemas, #foca, #tiburón, #posidonia, #área protegida, #ciencia participativa