Francia

Adentrarse en el azul. Tras las huellas de Miró

Azul, « este es el color de mis sueños », escribió Joan Miró.
Este fragmento, pintado sobre el lienzo, nos revela el vínculo, sensible y casi telúrico, que el artista mantenía con ese mundo de entre-mundos: el Mediterráneo. Desde su isla de Mallorca, observaba incesantemente sus costas, allí donde iba a buscar en la playa troncos flotantes, esculpidos por el vaivén, allí donde se sumergía en la embriaguez de sus sueños, atravesado por la evidencia juguetona de una inmensidad al alcance de la mano.

De regreso de un viaje iniciático a Nueva York, más allá del gran estruendo urbano, la profusión y el tumulto de la ciudad y de sus museos, se encuentra con la obra de Rothko. El choque es inmenso, frente a lo indescriptible, a lo impalpable, a esta extensión de colores sobre la tela, que vibra, sacude a veces hasta lo más profundo y hace nacer una forma de levitación. Esta mística, sensible, habla sorprendentemente a Miró. Entonces busca reinventarse, ir más allá del juego con las formas y sus múltiples facetas. En este universo invadido por el color, encuentra algo como un enigma, una aventura pictórica que nunca ha logrado captar hasta ahora. Este estremecimiento interior, Miró lo convertirá en una obra fundacional.

La inmensidad del Azul

De regreso a Mallorca, se deja llevar por la inmensidad del color, por este Azul que está justo allí, frente a sus ojos, entre cielo y mar, como una evidencia secreta. Capta los temblores y las fuerzas misteriosas. Como un arco, concentrado en su objetivo, lanzará sus flechas sin otro destino que su exigencia interior. Se pierde, se funde literalmente en el Azul y dispara tres flechas, las de su tríptico en Azul, entre las obras más poderosas del arte del siglo XX.

Miró toca la evidencia del misterio, a esta parte de lo invisible que nos constituye y nos conmueve, materia sutil que nos eleva, frente a todos los desplomes.

Una obra fundacional

Estar frente a estos Azules de Miró es vivir una experiencia inédita de la mirada, una búsqueda iniciática de lo desconocido maravilloso que de repente aparece, en la superficie, luego en los meandros del lienzo. A partir de sus estrías, de sus manchas como puntos de suspensión que rítmicamente marcan estos Azules, con un poco de rojo y negro, lo real se aferra al borde del mundo sensible, no es abolido por la inmensidad del color. Permanece en su lugar, nunca capital. El « demasiado de realidad » no impone su supremacía, es otro mundo el que viene, el del arte, precisamente, donde se adivina una parte sagrada, en el mundo profano, que nos engrandece y nunca nos abruma.

Un día conocí esta experiencia, este estremecimiento interior que deja una huella, imborrable. Fue durante la exposición inaugural del Mucem- « El Negro y el Azul. Un sueño mediterráneo ». Tuve que negociar muy largamente con el Centro Pompidou el préstamo de esta tela de Miró, en la raíz misma del proyecto de esta exposición. Después de muchas tergiversaciones y dudas, el préstamo fue finalmente concedido y el Azul II de Miró llegó a su destino, a Marsella. Recuerdo haber estado solo, en la gran sala de exposición, frente al marco tensado de este Azul, depositado sobre una gran pared blanca.

Me senté allí y miré. El tiempo estaba como suspendido, o abolido, ya no sé bien, tanto fue esta experiencia rara. Miró aparecía allí, en la simplicidad y la inmensidad de su Azul. Hablaba a todos aquellos que quisieran hacerse disponibles, solo para mirar, para entrar en su universo, textura de sueño, encarnado.

« El sueño mediterráneo », que era la materia misma de esta exposición, narrada entre el siglo XVIII y el XXI, encontraba en Miró el eco de su presencia, rítmica y como prolongada por estos puntos de suspensión, en negros, que abren a una historia en devenir, donde lo trágico choca con el ímpetu del sueño. Las grabados de los « desastres de la guerra », de Goya, colocados justo al lado de Miró, desde la apertura de la exposición, estaban allí para nunca olvidar, la sombra de las Luces…

Un instante suspendido en el Mucem

Adentrarse en el azul, como nos invita Romain Gary en esta luminosa expresión que figura en uno de sus últimos libros, « Los Cometas », vivos símbolos de la resistencia, frente a las atrocidades y opresiones del orden nazi, es un llamado incesante. Una ligereza tenaz, el incesante deseo de nunca dejarse atrapar por el poder de aplastamiento, de las cosas tal como son. El Azul de Gary, como el de Miró, nos lo recuerdan, vívidamente.

Es posible, en este momento, reconectar con la inmensidad de estos Azules de Miró. De hecho, están expuestos en el Mucem, de manera excepcional gracias a un préstamo del Centro Pompidou. A descubrir o redescubrir, entre junio y noviembre de 2025, ¡sin moderación!

La exposición Méditerranées, Mucem – Joan Miró, Bleu I, Bleu II, Bleu III – Junio 2025 © Julie Cohen - Mucem

Thierry Fabre
Fundador de las Rencontres d’Averroès, en Marsella.
Escritor, investigador y comisario de exposiciones. Ha dirigido la revista La pensée de midi, la colección BLEU en Actes-Sud y la programación del Mucem. Ha creado el programa Mediterráneo del Instituto de Estudios Avanzados de Aix-Marsella-Universidad.
Asume la responsabilidad editorial

Foto de Portada: The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Donación de Mr. y Mrs. Joseph Pulitzer, Jr., 1951. Número de Acceso: 51.112.2. Imagen © The Metropolitan Museum of Art.