Entre el aliento místico y la tensión política, Najia Mehadji convierte al trazo en un espacio de resistencia. En el MAC VAL, su exposición personal "Mi amiga la rosa" despliega una obra atravesada por el imaginario mediterráneo, donde la belleza aflora en los bordes del abismo. Una pintura del cuerpo, del mundo, y de lo que los une: el movimiento.
Esta exposición presentada hasta el 21 de septiembre de 2025 en el MAC VAL, museo de arte contemporáneo del Val-de-Marne, despliega una obra a la vez meditativa e insurgente, que busca expresar lo que el mundo hace al cuerpo, y lo que el cuerpo aún puede ofrecer al mundo. Bajo la curaduría de Nicolas Surlapierre, también director del museo, evita la disposición cronológica a favor de un flujo de imágenes, líneas y silencios. Una inmersión en la pintura de Najia Mehadji, que no busca congelar, sino hacer vibrar.
Mi amiga la rosa
El título, tomado de la conocida canción de Françoise Hardy, evoca un imaginario íntimo. Pero es sobre todo la versión oriental que ofrece la cantante Natacha Atlas lo que resuena aquí: una voz que se desliza entre idiomas, entre mundos, entre la vida y la muerte. Porque en Najia Mehadji, la rosa no es ornamental. Es manifiesta. Surgida en 2003 tras la guerra en Irak, vuelve en varias series como una figura de oposición a la brutalidad de lo real. Una forma de belleza que resiste.
El motivo de la ola también atraviesa la exposición. Encarna el movimiento, el impulso, el aliento, pero también el colapso. Esta ola es la del Mediterráneo. Un mar amado, mar de la infancia, mar de luz. Pero también tumba, abismo. Durante nuestra conversación en su luminoso taller de Ivry-sur-Seine, Najia insiste: el Mediterráneo no es solo dulzura. Es un espacio de pasajes, de muertes y renacimientos. Esta tensión vital está en el corazón de su obra. La ola se convierte así en una metáfora de la ambivalencia fundamental que la atraviesa: Eros y Thanatos. Esta tensión nunca es teórica. Se encarna en las formas, los gestos, las composiciones.
La cúpula al igual que el domo son motivos recurrentes en un repertorio formal en movimiento, también compuesto por olas, volutas, espirales, constelaciones, ramificaciones, pliegues... Todas estas formas se organizan en torno a un mismo principio: traducen un impulso, una tensión entre la raíz y la elevación, entre la interioridad y la expansión. Una geometría de la vida, vibrante, nunca estática.
Pinto de pie bailando
"Yo pinto de pie, bailando", confía la artista. Esta conexión entre el cuerpo y la pintura no es trivial. Es fundamental. El trazo es una extensión de la respiración. La mano es guiada por el aliento. En sus notas de taller, habla del "estado de gracia del trazo", de la "energía de lo vivo". Las obras nacen de un compromiso físico total. Recordamos a los derviches giróvagos, a la tinta que se desliza, a la línea que serpentea. El movimiento no es decorativo: es vital. Une el cuerpo al mundo, lo íntimo a lo cósmico.
La exposición presenta series emblemáticas entre las cuales se encuentra la nueva Rosebud, llena de curvas coloridas, siguiendo la línea de War Flowers, Mystic Dances, o Women & War... Esta última, creada en 2023, rinde homenaje a las víctimas de las tragedias contemporáneas -Ucrania, Líbano, Marruecos- y especialmente a las mujeres. La violencia está presente, pero nunca de manera frontal. Está atravesada, transformada. La tinta negra, sobre fondo blanco, adquiere un valor casi litúrgico. Las líneas dibujan ausencias. Los espacios vacíos son respiraciones.
Una doble pertenencia
Nacida en París, viviendo entre Francia y Marruecos, Najia Mehadji encarna una doble pertenencia. Su trabajo se nutre tanto de las vanguardias occidentales como de las herencias espirituales y estéticas del mundo árabe-musulmán. Estudió en el Centro Saint-Charles, la escuela de arte de la Sorbona, luego frecuentó los círculos del teatro de vanguardia y el arte conceptual, antes de inventar su propio camino, lleno de simplicidad y resonancia. Rechaza las categorías -abstracción, figuración- para hacer vibrar lo que circula entre ellas.
La exposición en el MAC VAL respeta esta circulación. Las obras dialogan sin jerarquía. La escenografía evita el efecto retrospectivo para preferir la resonancia. Cada pieza se extiende a la siguiente. Los grandes lienzos colgados, las obras en papel, las serigrafías componen una polifonía visual. La mirada circula, se detiene, continúa. Se ingresa en una lógica del aliento, del ritmo, de la resonancia.
Esta exposición viene acompañada de un catálogo, donde se encuentra, entre otras cosas, un poema de Camille Laurens, Gestes, originalmente publicado en la colección Bal.l.ades de Ediciones 110 Véronique Rieffel. Este texto prolonga con precisión el movimiento interior de la obra del artista: abraza el ritmo del cuerpo, el latido del corazón, la pulsación del trazo.
Al final del recorrido, persiste una sensación. La de un arte que no se conforma con representar, sino que busca trascender. Un arte que compromete el cuerpo, pero también el alma, en una relación con el mundo radicalmente vivo. En Najia Mehadji, la belleza nunca es decorativa. Es lucha, aliento, presencia. Una respuesta a la brutalidad. Una danza de pie en el ruido del mundo.

Atelier Jérome ARCAY 80 x 80 cm
Foto de portada: Najia Mehadji Mystic Dance N°1, 2011, Impresión digital de pigmentos tirada en 5ex., 160 x 160 cm
Fundadora del Instituto de Culturas del Islam en París, Véronique Rieffel también ha dirigido el Instituto Francés de Alejandría antes de dedicarse a la comisariado de exposiciones y proyectos artísticos entre Europa, Oriente Medio y África. Es autora del ensayo Islamania (Ediciones Beaux Arts) que revisita la historia del arte desde una perspectiva no occidental-céntrica.