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Gota fría : después del desastre, ¿Qué lecciones para el futuro?


El 29 de octubre de 2024, España sufrió una de las peores catástrofes naturales de las últimas décadas, cuando un fenómeno climático devastador, la “gota fría”, golpeó violentamente el este del país. Las lluvias torrenciales y las inundaciones castigaron gravemente a la región de Valencia, así como en Aragón, Castilla-La Mancha, Andalucía y Cataluña. Más allá de las pérdidas humanas y los daños materiales, la huella ecológica de este desastre es de una magnitud sin precedentes. Para 22-Med, varios expertos analizan el fenómeno y proponen estrategias para afrontarlo.

Los episodios de gota fría ocurren en toda la cuenca mediterránea occidental y generalmente tienen un impacto más significativo en las zonas de relieve complejo. La presencia de torrentes, arroyos o sistemas fluviales de corta longitud y gran desnivel acentúa su intensidad.

En España, la Agencia Estatal de Meteorología introdujo hace algunos años el concepto de DANA (acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos y sinónimo de gota fría).  “Se trata de un centro de bajas presiones que, sobre todo, se refleja en las capas medias y superiores de la atmósfera, y que, durante un cierto tiempo - a veces varios días- permanece desacoplado de la circulación general”, explica Jordi Cunillera, jefe de la unidad de cambio climático en el Servicio Meteorológico de Cataluña.

“Durante el episodio de finales de octubre, además de ser muy profundo, se mantuvo de manera bastante estática en el sur y el oeste de la península ibérica. Este fenómeno favoreció la inyección de una masa de aire húmedo de origen marítimo. Combinada con la inestabilidad y la cizallura existente, dio lugar al trágico sistema que produjo las lluvias torrenciales de Valencia”.  Aunque de manera menos severa, también afectó a otras zonas del arco mediterráneo, como Cataluña.

Cunillera recuerda que, en el pasado, las gotas frías ya han causado precipitaciones intensas y problemas significativos en las zonas cercanas al litoral mediterráneo, tanto en España como en Francia. Atribuye su impacto a diversos factores, incluido el calentamiento global. “En el escenario actual de cambio climático, la temperatura del agua del mar ha aumentado considerablemente. Este calentamiento supone una energía adicional que puede provocar un aumento en la cantidad de precipitación de un determinado episodio y en su intensidad”.

Planificación territorial y resiliencia de los ecosistemas

Es esencial tener en cuenta la ocupación del territorio durante estas últimas décadas. Porque, en muchos casos como se ha visto en los pueblos afectados alrededor de Valencia, las zonas inundables no han sido respetadas.

Como explica Javier Martín-Vide, profesor emérito de geografía física en la Universidad de Barcelona: “El crecimiento rápido y desordenado de estos núcleos de población hace algunas décadas, en gran parte debido a procesos de transferencia de población del medio rural a estas ciudades, se realizó sin una planificación territorial y urbana adecuada. En esas condiciones, era una catástrofe anunciada, aunque la población no era consciente de este gran peligro, dado que estos cauces suelen estar secos o tener un caudal reducido".

Javier Martín-Vide considera que la planificación territorial y urbana es la medida más eficaz y económica para organizar el territorio y reducir el impacto de los fenómenos naturales. Además, subraya la importancia de conocer mejor el territorio.

Por su parte, Annelies Broekman, ingeniera agrónoma e investigadora en el CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales), añade: “El impacto negativo se debe a la ausencia de construcción resiliente. Por lo tanto, no debemos construir en zonas inundables”. Esta experta explica que la resiliencia de los ecosistemas a los fenómenos extremos es directamente proporcional, en general, a su estado de salud inicial. Y precisa: “El único momento en que se podría hablar de impacto ecológico inducido por una lluvia torrencial como la gota fría se referiría a las zonas degradadas, y en particular a las desertificadas. Porque cuando las lluvias torrenciales caen sobre suelos desnudos, provocan una erosión enorme, y esta erosión puede llevar a un impacto ecológico significativo”

Annelies Broekman sostiene asimismo que los ecosistemas en las zonas inundables pueden ser devastados por un aumento del nivel del agua, pero que las plantas autóctonas generalmente se benefician de las crecidas como un medio de renovación, mientras que las especies exóticas están menos preparadas. “La medida preventiva más importante es no dejar que se degraden aún más los espacios naturales plenamente funcionales”.

Otra medida que aplicar con urgencia sería restaurar las zonas degradadas. Y otra aún más decisiva apuntaría a eliminar las construcciones vulnerables a los cambios climáticos en zonas naturales, como las zonas inundables o de alto riesgo de incendio. En el caso de la gota fría, restaurar zonas húmedas como la Albufera en Valencia y mantener una cuenca hidrográfica sana son esenciales para fortalecer la resiliencia de los ecosistemas.

Adaptación y reconstrucción ecológica

La reconstrucción tomará tiempo. La planificación ecológica y la restauración de los ecosistemas son esenciales para reconstruir de manera sostenible las localidades afectadas por las inundaciones. “Estas estrategias no solo permiten restaurar el equilibrio natural, sino que también reducen la vulnerabilidad de las zonas urbanas a las catástrofes climáticas a las que estaremos cada vez más expuestos”, explica Mariona Ferrandiz, investigadora del CREAF.

En la planificación, es crucial priorizar las superficies permeables para facilitar la infiltración del agua y reducir la acumulación en superficie. “También hay que identificar las zonas más vulnerables con la ayuda de herramientas de modelización ecológica y climática para priorizar la implementación de estrategias naturales en estas zonas.”

Durante los trabajos, los esfuerzos deben concentrarse en la restauración de los bosques ribereños y las zonas húmedas. Es necesario devolver a los lechos de los ríos su estado natural para mitigar el impacto de las inundaciones, absorbiendo el agua y reduciendo la velocidad del flujo durante las lluvias intensas.

Simulación y modelización de fenómenos extremos

Hoy en día, se modelan modelos climáticos avanzados para predecir fenómenos extremos. Simulan el desarrollo de este tipo de eventos en diferentes condiciones climáticas. Por ejemplo, en un clima más cálido, donde una atmósfera con mayor capacidad de retener humedad da lugar a precipitaciones más intensas. Este es el caso del Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), que cuenta con capacidades avanzadas en supercomputación.

“Tanto la teoría como las modelizaciones indican que un clima más cálido está asociado a precipitaciones extremas más frecuentes y más intensas. Una tormenta intensa como la gota fría es un fenómeno meteorológico específico, que es raro en sí mismo, pero no excepcional en un contexto histórico”, explica Markus Donat, profesor de investigación y co-responsable del grupo de Variabilidad y Cambio Climático del Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS).

Estos científicos trabajan para comprender los riesgos asociados con estos fenómenos extremos, con el fin de permitir el desarrollo de estrategias de adaptación y anticipación más específicas. Esto permitirá proteger a las poblaciones de estos episodios climáticos cada vez más frecuentes y violentos.

Jordi Cunillera, jefe de la unidad de cambio climático en el Servicio Meteorológico de Cataluña
Annelies Broekman, ingeniera agrónoma e investigadora en el CREAF
Javier Martín-Vide, profesor emérito de geografía física en la Universidad de Barcelona
Markus Donat, profesor de investigación y co-responsable del grupo de Variabilidad y Cambio Climático del Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS)
Mariona Ferrandiz, investigadora en el CREAF - Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones
Forestal y profesora asociada en la Unidad de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona
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